20.1.11

Angela Perdomo / La densidad de la vida

En el mes de diciembre pasado, salio en Patio un comentario sobre el Pabellón de Uruguay en la Bienal de Arquitectura de Venecia en el cual el autor reivindicaba --no queda muy claro si con convencimiento o resignación – la contemporánea cultura de la imagen.1

Mundo de imágenes que se vuelve irrenunciable para el autor, al reconocer que la fotografía como herramienta de registro de la arquitectura, --en tanto ésta es un hecho físico reproducible en dos dimensiones--, pasaba a ser un instrumento esencial en el aprendizaje de la disciplina.

Es posible coincidir desde el momento que para saber, es necesario conocer. Una forma de conocer es fotografiar.
Pero para conocer no alcanza con mirar. En tal sentido, la fotografía implica una forma especial de mirar que tiene que estar acompañado de la intencionalidad subjetiva que transforma el simple ejercicio visual en percepción.

Así la fotografía es un ejercicio intelectual que transciende la mera técnica del registro más o menos habilidoso de captar la luz que define los volúmenes y las formas.
Detrás del lente, existe la mirada que transforma la imagen en tema.
Marshall Mcluhan –citado por el autor de la nota--, no confunde medio con mensaje, sino que explica como la prolongación de los sentidos por algún nuevo instrumento técnico afecta la percepción humana, sus conocimientos, sentimientos y valores.2
Lo cierto es que la fotografía es una magnifica herramienta de registro y bien utilizada, trasmite mucho más que la simple imagen que se puede sacar de Internet. (Seguramente realizada por profesionales idóneos en fotografía y con equipos y lentes más apropiados).
El viajero aprende vivencialmente. La fotografía es el registro de la vivencia.
El fotógrafo registra un instante de la vida exterior y la traduce en una forma de ver que se completa cuando otro descubre a través de su personal interpretación, lo que ese tema le sugiere.
Por eso la fotografía se transforma en vehiculo cultural, que trasciende la imagen por la densidad de la vida que registra.

Allí, en las múltiples dimensiones del registro, se esconde el valor cultural que encierra el decodificado significado del mensaje.

No alcanza con ser buen fotógrafo para aprender sobre algo. La cámara solo es un instrumento que congela la imagen de la vida misma.
Pero a partir de la imagen existen las múltiples percepciones, sentimientos y emociones de quienes decodifican el mensaje, que son tanto o más valiosos de la habilidad técnica para captarla.

En relación a este asunto de la imagen, el tema y la fotografía --que resume a ambas introduciendo un nuevo elemento que entra a girar en el mundo cultural al que pertenecemos--, quisiera hacer una pequeña digresión hacia otro campo que ilustra algo la cuestión.

Hoy podemos ver la imagen de a una querida colega y docente de la Facultad de Arquitectura --cuya desaparición física luego de una larga enfermedad, nos ha conmovido a todos hace pocos meses--, a través de su registro por la cámara de un fotógrafo que ha conseguido el máximo galardón, en el marco del 54º Premio Nacional de Artes Visuales.

La obra –expuesta en el Museo Nacional de Artes Visuales--, “registra las últimas instancias de la vida de una persona con una enfermedad terminal” tal como definen el tema los comunicados periodísticos.

Si la arquitectura puede ser un tema de registro, sin duda su valor reside mucho más por la densidad que obtiene al ser objeto de apropiación social. Ni que decir de la vida de Bea.

Para algunos espectadores involucrados, la peripecia de Beatriz, que nos duele tanto, convertida en tema de competición artística, ha valido en el mercado de los reconocimientos públicos, 10.000 dólares.
Cualquiera puede verla en el supermercado del arte de un museo contemporáneo.

No es el lugar ni el momento de entrar en la discusión de si el motivo del “artista” ha sido rendir un homenaje. Si denomina su obra con el título “chau Bea” para cerrar –con lo que él sabe hacer—un capitulo doloroso y exorcizar el tema de la muerte, o es una irreverencia a la intimidad de quien no puede ya dar su consentimiento

Pero lo cierto es que el tema es por lo menos discutible desde la sensibilidad de un espectador diverso, que puede verlo como una excelente fotografía, un simple –o capaz que valioso por lo emotivo—registro de un acontecimiento penoso, o un acercamiento lamentable a la intimidad ajena.
Y esa discusión puede sí convertirse en hecho cultural.

Porque la cultura no la hacen solo los buenos fotógrafos. La hacemos todos aceptando o rebelándonos frente al contenido que se nos propone.

En este mundo contemporáneo donde por suerte hemos entendido la riqueza de la diversidad y complejidad de enfoques posibles, podríamos decir que todo vale.
Pero no vale lo mismo.

El valor se lo damos cada uno de los actores de una sociedad construyendo nuestros valores compartidos. Y en esto se juega nuestra calidad como sociedad y nuestra obligación militante con la construcción colectiva de cultura.

Notas:
1. En referencia a la Propuesta de Uruguay del Pabellón de Venecia de éste año, Nicholas Sibille, lector de PATIO, comparte su artículo Ojo.
2 Marshall McLuhan (1964). Understanding Media: The Extensions of Man. New York: McGraw-Hill.

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