25.10.10

Angela Perdomo / El Taller en revista Trazo

Recorre los espacios de la facultad, nos acompaña agazapada en nuestros pensamientos cuando vamos a casa, al estudio, a la oficina. Es una compañera esquiva: nos produce felicidad cuando creemos alcanzarla y angustia cuando convocada, no responde.

La creación es un fantasma etéreo y seductor que reconocemos como componente de nuestras vocaciones, inherente a nuestros saberes. Nos condiciona, nos define, nos inquieta y nos perturba.
Aún ausente, está presente en la hoja en blanco, la partitura vacía, el lienzo impoluto, la piedra para tallar…

No es por tanto exclusiva de la Arquitectura. Ni siquiera de algunos arquitectos. No se nutre de la fama circunstancial que interesa a los cultores del marketing.
Tampoco es una cualidad ni un conocimiento que se adquiere de una vez y para siempre.

Cada persona tiene esa capacidad innata producto de sus sentimientos, pensamientos e imaginación. No se elige ser “creador” ni se puede comprar la condición “creativa”. La creatividad (si bien viene dada en el sujeto), se estimula y se cultiva.

Se pone en juego al momento de imaginar algo que aún no ha sido, algo que está en proceso de “ir siendo”. Algo que tal vez---y solo tal vez--, podrá ser posible en la siempre constante incertidumbre del futuro.

Pero no juega en el vacío. Necesita el frontón que constituyen las vivencias y los conocimientos previos a partir de los cuales se re-produce y desarrolla.

La arquitectura como oficio o profesión, es una parte del trabajo social que hacen quienes se han entrenado en la comprensión y resolución de los problemas del hábitat humano. Necesita articular saberes de otras disciplinas y responder a demandas externas que provienen del medio social en el cual actúa.

Pero también responde a demandas internas, propias de su ámbito dentro del conocimiento humano, que le exigen cuestionar las estructuras convencionales de interpretación de la realidad y aceptar la incertidumbre como componente de sus quehaceres.

Para ello, cuenta con un tipo de pensamiento específico: “el pensamiento proyectual”, que
es un tipo de pensamiento que trabaja con multiplicidad de datos, a través de una trama de relaciones que vinculan aspectos espaciales, técnicos, prácticos, sociales y simbólicos.

Manejando la heterogeneidad, la interacción y el azar, el pensamiento proyectual cumple con las tres condiciones que señalara E. Morin para el pensamiento complejo: es dialógico, recursivo y holográmico.1
Configura sus primeros conceptos expresados en lo que se ha dado en llamar “ideogramas”, que no necesitan ser coherentes ni seguir reglas precisas, salvo cuando alcanzan su madurez y su posible representación codificada en el dibujo técnico.
Ese paso: del concepto a la forma, es lo que llamamos proceso de diseño.

Reconocida su complejidad, podemos abordar nuestro trabajo con la seguridad de que el camino, y ya no solo el resultado, habrá de ser desafiante y enriquecedor. Liberados de la necesidad de alumbrar la idea única, óptima y genial, se puede investigar distintas formas de producción de pensamiento proyectual, a través de la confección de nuevos marcos conceptuales o estrategias de diseño.

En tanto universitario, el arquitecto no solo adquiere las herramientas del oficio sino que debe-puede crear nuevas formas de operar.

Es sabido que el conocimiento se construye colectivamente en función del interés subjetivo de cada uno de los componentes del grupo. Nadie viene vacío de experiencias e intereses. En reconocimiento de ello, en el Taller buscamos construir el terreno fértil donde esa capacidad de imaginar, se despliegue.

La arquitectura y los arquitectos que nos interesan son aquellos que aportan algo al conocimiento, a la emoción, a las subjetividades interrelacionadas en una cultura compartida.
No nos interesa seguir “la moda” complacientemente. Pero sí nos interesa la moda en tanto referente de novedad capaz de aportar antecedentes para alimento de la creación proyectual presente.

En un mundo crecientemente urbanizado e intercomunicado, el territorio de la arquitectura es todo el mundo. Pero la arquitectura no existe solo cuando logra concretarse en el medio material y físico externo al sujeto. Nace y se desarrolla desde el pensamiento a través de la imaginación. Es así, un producto privilegiado de la fantasía.

Hay arquitectos compositores de valiosas partituras aun cuando nunca hayan construido su obra. Y hay arquitectos que son magníficos intérpretes. Unos y otros contribuyen a crear la música con la cual el mundo se despierta cada día.

1 Referencias:
Morin, E. (1990/98) “Introducción al pensamiento complejo”.Barcelona Edit. Gedisa.
Algunos conceptos son más extensamente tratados en Ben Altabef, Clara G.”Heurística en lo proyectual (…)”
Universidad Nacional de Tucumán/FAU. http://www.arqchile.cl


Texto publicado por Angela Perdomo en el último número de la revista TRAZO en el espacio destinado a cada uno de los talleres de la Facultad

1 comentario:

acadiauhles dijo...

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